Google, ¿un mal necesario?

El buscador de Google fue, sin duda, toda una revolución a finales de los 90. Hasta entonces, teníamos una serie de «directorios» de páginas web como Altavista o Lycos, donde a modo de carpetas clasificadoras, encontrabas un listado de webs que se apuntaban para salir en dicho directorio. Google transformó completamente el panorama, puesto que nos permitía hacer una búsqueda real entre el contenido de las propias páginas que había en Internet (no tantas en aquella época), estuvieran dadas de alta o no en un directorio.

Desde entonces, Google ha evolucionado mucho y si bien ha pasado del «Don’t be evil» de su primera época a convertirse en un gigantesco monopolio bajo investigación por varios asuntos, la multitud de servicios y opciones que nos ofrece, lo convierte en un mal necesario que la mayoría de personas termina utilizando.

Hoy en día damos por hecho la facilidad y bajo coste (nada es gratis) de algunos servicios como el correo electrónico, los vídeos online o la navegación por mapas, pero aunque el propósito de Google sea hacer dinero a cambio de mostrarnos publicidad o analizar nuestras conductas, nadie puede negar cómo ha mejorado nuestras vidas de muchas maneras y ha hecho más fácil acceder a información que antes estaba al alcance de muy pocos.

Google, ¿un mal necesario?

Antes de GMail, las únicas opciones decentes que había eran Hotmail (ofrecía 250 Mb de espacio, tenía multitud de banners y su interfaz era horrible) y Yahoo (100 Mb de espacio, lento y con publicidad). Pero Google llegó ofreciendo 2,6 Gb con un interfaz rápido y que se actualizaba sin tener que refrescar la página, rompiendo por completo la lenta evolución que sufrían los clientes de correo web.

Antes de Google Maps, no teníamos una cartografía accesible de nuestro entorno en formato digital, y mucho menos accesible desde el propio navegador. No solo eso, sino que desde hace muchos años somos capaces de «pasear» por gran parte del planeta gracias a su Street View, de manera totalmente gratuita.

Antes de YouTube (comprado por Google en 2006), no existía una plataforma global en la que cualquier usuario pudiera compartir cualquier cosa en vídeo, ni donde la gente pudiera acceder a millones de horas de información de manera gratuita (bueno, existía Google Videos, pero casi nadie lo usaba).

Antes de Android, solo existía iOS como sistema operativo móvil lo suficientemente potente como para poder ofrecer a sus usuarios una experiencia acorde a los tiempos que se acercaban, con la diferencia de que iOS es un sistema «cerrado» al que Apple jamás dará acceso, mientras que Android es código abierto y libre, lo cual ha permitido que podamos implementarlo en dispositivos tan dispares como impresoras o sistemas multimedia, abaratando su coste.

La lista de aplicaciones disruptivas que han ayudado a hacer nuestra vida más fácil es demasiado larga como para exponerlas todas aquí, pero nadie puede negar que aunque sea una gran empresa que trata de ganar el mayor dinero posible, ha colaborado en que millones de personas de todas las edades que antes no tenían correo o no podían acceder a cierto contenido, ahora puedan hacerlo desde la comodidad de su móvil sin salir de casa.

¿Por qué Google, Gmail, Maps o el resto de servicios son gratuitos?

Porque el producto somos nosotros, y es ahí donde radica el «mal necesario».

Son nuestras búsquedas, nuestras conductas y nuestra información la que tiene tanto valor que Google es capaz de invertir millones de dólares en crear nuevos productos «gratuitos», con el fin de que accedamos a ellos a diario. Poco a poco los gobiernos se están dando cuenta de esto y tratan de limitar que la empresa tenga acceso a demasiada información, pero esto es ponerle puertas al campo.


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